Resulta en que algunos hospitales cubanos se han puesto de moda ciertos despelotes nocturnos que recuerdan el famoso filme italiano La Dolce Vita, por las ansias de los placeres mundanos o como se dice en Cuba a gozar que no hay más na’.
Jorge Luis, enfermo crónico, descubrió la gozadera que se arma cuando se apagan las luces. Comienzan los movimientos sigilosos y si alguien pregunta, se escucha la consabida respuesta: “Voy al baño”.
Jorge Luis explica el lujurioso movimiento a los nuevos pacientes. Les cuenta que hay trabajadoras sexuales de “1X3 (CUC, divisa) y de 1X5 (CUC), en dependencia de su juventud, curvas y demás atributos. Y hay que tener 2 dólares a mano por el alquiler de la cama”.
Auxiliares de limpieza, de laboratorios, de almacén, de cocina, enfermeras y enfermeros, pantristas, participan del sexo tarifado. Por supuesto, no todas. Ni todos, porque hay varones listos a trasmitir sus experiencias vitales a pacientes y acompañantes. Incluidos bisexuales y gay “que también tienen derecho pues como dice el refrán, “para gustos se hicieron los colores y para escoger, las flores”.
Resulta que en los últimos años hay predilección de gay varones en la Enfermería. Hasta enfermeros gay en hospitales militares donde tiempos atrás tuvieron muy restringido su acceso.
Pero no toda relación sexual tiene precio, aun existe el sexo desinteresado. Guillermo Valdez trabaja en un hospital de la Habana. Allí conoció a Mariela, una enfermera. Desde el principio hubo química amorosa. Coincidieron en el turno de madrugada. Guillermo quiso precisar: “Pero, ¿dónde lo hacemos? Y tampoco olvides que tengo que atender el ascensor”. La respuesta: “No te preocupes. Llevo años aquí y me las sé todas. Tú solo llevas tres meses de trabajo. Será en el cuarto de descanso de enfermeros. Con uno o dos dólares por una hora, asunto resuelto. Si no se puede, buscaremos otro lugar. En cuanto al ascensor, a estas horas nadie lo usa. ¡Ponlo en automático!”
Se refería Mariela a que en los hospitales grandes por lo común hay muchos recovecos y espacios negligentemente abandonados, por años a medio construir o reparar, consultorios médicos sin uso nocturno, entrepisos, sitios bajo escaleras, sótanos, azoteas, cuartos de turbinas, electricidad. Por improvisada cama pedazos de cartones y almohadas sobre el piso.
Sexo con discreción y paga –secreto a voces– no es considerado acto vergonzoso, justificado por el relajamiento de las costumbres y los bajos salarios, sobre todo, tras el derrumbe de la Unión Soviética en 1990 que puso fin a la subvención a la isla.
“La vida está muy cara. Lo que hago con mi cuerpo no perjudica a nadie, al contrario doy alegría y salud. La vida es corta, hay que disfrutarla aunque sea en un hueco del hospital”, son expresiones escuchadas que sirven de amparo a los trabajadores sexuales solapados de algunos centros asistenciales. Viven intensamente con pacientes, o entre ellos, a su manera, su Dolce Vita.
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