A las Fuerzas Armadas, que recuerden que su misión es defender a la patria, no someter hermanos y que su puesto es el del Ejército Mambí, que peleaba por la libertad de Cuba". Testamento Político de José Antonio Echeverría, 13 de marzo de 1957.
Como es mi costumbre, escribo estas líneas para consumo general, pero esta vez me dirijo principalmente a aquellos cubanos que tienen menos de 50 años y que, con uniforme o sin él, forman parte hoy de las estructuras militares y policiales sobre las que se asienta y perpetua la tiranía castrista. Estos compatriotas nacieron bajo el influjo avasallador, macabro y tenebroso de un régimen que ha hecho de la muerte su bandera de lucha y su instrumento de terror. Ellos son, a todas luces, inocentes de su advenimiento. También son, hasta cierto punto, partícipes forzados de su permanencia.
Pero, en algún momento de nuestras vidas, todos los seres humanos llegamos a encrucijadas que nos obligan a tomar decisiones. Esa hora se acerca en forma irremisible e inaplazable para todos los cubanos y, para ellos, puede tener connotaciones de libertad o cárcel, de reivindicación o castigo, de vida o muerte. Por lo tanto, para ellos la inercia no es una opción sino un suicidio. La acción inmediata y drástica la tabla más segura de salvación y de redención. Y esa acción puede ir desde montar a los tiranos y sus compinches en un avión hasta el pistoletazo justiciero y liberador a la manera del propinado en Rumania al miserable de Nicolae Ceausescu.
Estos compatriotas a quienes me refiero son los que mas arriesgan en esta confrontación ya inevitable entre un pueblo que exige libertad y un régimen que se niega a concedérsela. Porque, si bien los tiranos y sus cómplices tocan ya a las puertas de sus especiales reservaciones en el infierno, los hombres y mujeres que integran los cuadros medios de los institutos armados tienen una buena parte de sus vidas por delante. Por otra parte, todos sabemos que ni la tiranía ni los vejestorios que se empecinan en prolongarla van a durar 20 años. De ahí, que no estén preocupados por las consecuencias de sus felonías sino interesados en la preservación de sus privilegios y en el incremento de sus grotescas fortunas.
Y aquellos que sueñen con la posibilidad de que, como ha ocurrido con anterioridad, el régimen será capaz de superar la crisis descomunal que confronta en estos momentos deben tener en cuenta algunos factores de suma importancia. Esta no es la situación de la crisis del Mariel en 1980 y ni siquiera la de la caída del Muro de Berlín y de la desaparición de la Unión Soviética en 1989. Su discípulo Chávez confronta gigantescos problemas internos y no cuenta con los cuantiosos recursos con que contaba la antigua Unión Soviética. Por otra parte, el resto del mundo se niega a financiar el desastre económico del castrismo.
Dentro de Cuba, el brujo mayor está decrépito, esclerótico, impresentable y literalmente con un pié en la tumba. Tampoco puede transferir sus habilidades de taumaturgo a unos acólitos a quienes jamás se les dio la oportunidad de desarrollar liderazgo, como muy bien aprendieron Carlos Lage y Pérez Roque. Y la nomenclatura está tan empecinada en su atrincheramiento que asesina a Orlando Zapata sin el más mínimo pudor y fuerza a sus amigos incondicionales de la España mercantilista de Zapatero a posponer sus planes de aflojarle las clavijas a la tiranía.
Por otra parte, si la historia es maestra y el proceder anterior de los hombres un indicio de su conducta futura, estos cobardes que profieren amenazas y asesinan presos indefensos saldrán corriendo como ratones cuando el pueblo de Cuba les pase la cuenta inevitable por sus crímenes de lesa humanidad. En cuanto a nuestra historia republicana, un General Machado que hizo despliegue de coraje frente al Ejército Español buscó refugio en los Estados Unidos en 1933 incapaz de enfrentarse a la ira de su pueblo. El Batista que, en 1952, entró en Columbia para robarse nuestras libertades se olvidó de la bala con la que se suicidaría y que decía "tener en el directo" durante el Ataque a Palacio en 1957. Y el repulsivo Che Guevara, que fusiló a centenares de cubanos sin siquiera celebrarles juicio, lloró como un cobarde a la hora en que a él le tocó el turno de poner el muerto.
En igual sentido, el proceder de los Castro durante la lucha armada no deja lugar a duda en cuanto a cual será su comportamiento cuando se acerque la hora del cambio que se avecina. Durante el Asalto al Cuartel Moncada el 26 de julio de 1953, el sicario mayor mantuvo a su hermanito lejos de las balas y le asignó un lugar en la azotea del edificio de la Audiencia de Santiago de Cuba. Mientras tanto, él se quedaba en la retaguardia y mandaba a la muerte al resto de los atacantes al mando de Abel Santamaría.
Durante la lucha en la Sierra Maestra, el gran jefe hacía alarde de puntería con su rifle de mirilla telescópica en lo que no era otra cosa que un burdo intento por esconder su cobardía al no encabezar a los rebeldes que se enfrentaban al ejército en el llano. Y cuando se fugó Batista, el autoproclamado Mesías se tomó una semana antes de llegar a La Habana para asegurarse de que no sería víctima de algún atentado contra su vida.
Por lo tanto, pueden estar seguros de que el avión y su tripulación están listos las 24 horas para la fuga sigilosa y clandestina de los cabecillas cuando se acerque el desenlace por tanto tiempo esperado. En ese avión no habrá cabida para ustedes que serán abandonados al destino incierto de responder ante un pueblo sediento de justicia y de una dosis lamentable pero comprensible de venganza. Como Sosa Blanco, Cornelio Rojas y otros muchos militares después de la fuga de Batista ustedes quedaran atrás para responder por los crímenes de estos asesinos.
Todos estos razonamientos nos llevan a la conclusión inevitable de que la posibilidad deseable de una transición pacífica ha sido totalmente eliminada por la conducta empecinada de los jerarcas del régimen. El pueblo de Cuba ha soportado hasta ahora pacíficamente 50 años de abusos, hambre, opresión y muerte. Pero nuestra historia es rica en ejemplos de rebeldía contra la opresión desde el alzamiento de los hermanos Agüero en Camaguey y las conspiraciones de la Escalera y de los Rayos y Soles de Bolívar a mediados del siglo XIX hasta la heroica lucha de los guerrilleros de la libertad que se opusieron a la tiranía de Castro a principios de la década del 60 en las montañas del Escambray. De ahí que no sea necesario ser un genio en asuntos políticos para vaticinar que este régimen tiene altas probabilidades de terminar en una inmensa y brutal orgía de sangre.
Ustedes, los militares jóvenes que cargan sobre sus hombres las responsabilidades y los rigores de mantener el régimen sin disfrutar de sus privilegios, tienen la oportunidad de evitar ese baño de sangre. Pueden además sembrar la esperanza de una patria para beneficio de todos, devolver la sonrisa a los rostros atribulados de sus compatriotas y poner fin a una cultura de la muerte que ha hecho del cubano un pueblo triste, trágico y desesperado. Basta ya del odioso "Patria o Muerte" que, en la práctica, se manifiesta en patria para los tiranos y muerte para los infelices que se les oponen por medios pacíficos. Apliquen sin mas demora la formula justiciera de muerte para los tiranos y patria con libertad para el pueblo de Cuba.
Tomado del foro de política cubana de Univision.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario